Claves para elegir entre el bodorrio y la microboda
En el universo de las bodas, ese espejo donde se reflejan los sueños, las expectativas y las contradicciones de nuestra época, hay dos caminos que hoy se miran frente a frente. Por un lado, la boda majestuosa de Jeff Bezos y Lauren Sánchez, una oda al exceso y la espectacularidad. Por otro, la creciente tendencia de las microbodas, elegidas incluso por celebridades que, teniendo recursos ilimitados, apuestan por la intimidad y la calma.
Ambas decisiones hablan del mismo deseo, celebrar el amor y darle forma a un compromiso que marca un antes y un después. No se trata ni siquiera de cómo contarlo al mundo, sino de cómo cada pareja decide vivir uno de los momentos más simbólicos y emocionales de su vida. Y en eso, no hay caminos correctos ni fórmulas perfectas, solo decisiones que debemos tomar con criterio y cariño.

El amor convertido en ópera
El 27 de junio de 2025, la isla de San Giorgio Maggiore, en Venecia, fue testigo de una boda que unió lujo, espectáculo y precisión logística. Jeff Bezos y Lauren Sánchez reunieron a unas 200 personas, entre ellas celebridades, políticos y empresarios y ofrecieron un espectáculo mediatizado de tres días al alcance de muy pocos bolsillos. Hubo fiestas previas, una pijama party posterior, una puesta en escena que rozó lo cinematográfico y, sobre todo, una montaña de facturas que asciende a cuarenta y tantos millones de euros.
El vestido principal de Sánchez, diseñado por Dolce & Gabbana, requirió más de 900 horas de trabajo artesanal e incluía guiños a Sophia Loren y a la tradición veneciana. El evento se convirtió en un fenómeno mediático global digno de todo tipo de comentarios. La actriz Charlize Theron calificó la celebración de “desmesurada”, reavivando el debate sobre los límites del lujo.
Sin embargo, más allá del ruido y de los juicios banales, hay una lectura simbólica poderosa. Bezos y Sánchez eligieron celebrar su amor con magnitud. No fue una estrategia estética, sino una declaración emocional. Para ellos, que conviven con el lujo y la opulencia, su compromiso se tradujo en grandeza, en compartir ese momento de sus vidas con todo lo que ya forma parte de su mundo.

El poder de lo sencillo
En el extremo opuesto crecen las microbodas. Ceremonias reducidas, íntimas, cargadas de simbolismo y, por qué no decirlo, ajustadas al presupuesto de la mayoría. Desde la pandemia, esta tendencia se ha consolidado como símbolo de una nueva sensibilidad. Cada vez hay más parejas que, pudiendo celebrar entre multitudes, optan por el silencio, los gestos pequeños y los círculos cercanos. Estas bodas prescinden del espectáculo para centrarse en el significado.
La boda de los actores Kristen Bell y Dax Shepard es el ejemplo más radical de microboda que he encontrado. Celebrada el 17 de octubre de 2013 en el juzgado del condado de Beverly Hills, es un ejemplo extremo de intimidad y privacidad. Con apenas unos pocos invitados y un presupuesto mínimo, aproximadamente 142 dólares, la ceremonia se centró únicamente en el compromiso entre ellos, sin protocolo, sin espectáculo y sin ningún tipo de despliegue mediático.
Kristen optó por un conjunto negro en lugar de vestido tradicional, y las pocas imágenes del evento que han trascendido provienen de fotos informales tomadas con móvil o compartidas por la actriz en sus redes sociales a lo largo de los años, reforzando la idea de un día personal y auténtico, pensado únicamente para quienes estaban directamente implicados en su vida.

Dos símbolos de una misma búsqueda
El 23 de agosto de 2014 se casaron Brad Pitt y Angelina Jolie en su chateau francés, y el evento se celebró de puertas para adentro, sin periodistas, con 20 invitados, sobre todo familia cercana y amigos íntimos. Todos sus hijos participaron activamente en la boda e, incluso, el vestido de novia estaba decorado con diferentes dibujos hechos por los niños.
Ojito con esto. La pareja se casó en Francia, en un castillo de su propiedad, y Angelina lució un Versace, es cierto, pero se alejaron voluntariamente del lujo y de los focos, y optaron por cerrar la puerta al público, simplificar la logística y priorizar lo que para ellos era esencial. Insisto en esto, así de entrada, porque ninguna opción, grande o pequeña, mediatizada o familiar, es más válida que la otra.
Jeff Bezos y Lauren Sánchez eligieron una boda espectacular en Venecia, llena de lujo, invitados y celebridades, reflejando su deseo de celebrar su amor a gran escala y compartirlo con el mundo. Kristen Bell y Dax Shepard optaron por una ceremonia mínima y privada en un juzgado, con solo unos pocos invitados, demostrando que la intimidad y la sencillez también pueden ser profundamente significativas. Que quede claro. Lo que importa es que la boda refleje la identidad y los valores de quienes se casan.
Y por si no hay quedado suficientemente claro, voy a tratar de resumir este artículo en varias claves que ayuden a organizar una boda llena de significado:
- Reconocer el propósito. Antes de planificar, hay que preguntarse: ¿qué queremos sellar con esta boda? ¿Qué emoción queremos recordar dentro de veinte años?
- Coherencia emocional. La boda perfecta es la que encaja con la esencia de la pareja. Ni más ni menos.
- Dar sentido a los símbolos. Cada decisión, el lugar, el vestido, la música, etcétera, puede convertirse en una metáfora de lo que se quiere construir juntos.
- Desconectar de la mirada externa. No todas las historias están hechas para compartirse. Elegir cómo (o si) se cuenta, también forma parte del compromiso.

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