Un vistazo a la organización de bodas del futuro
OH.EME

Hace ya tiempo que venimos lanzando miraditas al futuro de nuestra industria y en este artículo, junto con mi amiga Eme, una organizadora de bodas inteligentísima, vamos a esbozar cómo serán los wedding planners dentro de unos añitos. "Aunque mucho de lo que tú predices yo lo hago ya desde hace tiempo", me recuerda Eme, así de entrada. "Yo ya utilizo en OHEME un montón de herramientas tecnológicas, la relación con las parejas es virtual la mayor parte del tiempo, y también asumo ese rol de terapeuta que tú comentas", añade.
Llevamos años muy lanzados hacia la automatización de procesos y hacia la necesidad de una conexión emocional más profunda con las parejas. "Aunque espero que esto sea simplemente un ciclo", me dice esperanzada, en un giro de la conversación que me pilla desprevenido. "Porque las bodas se están convirtiendo en auténticas yincanas y creo que nos vendría muy bien a todos que volviéramos a esa boda sencilla y familiar de la generación de nuestros padres", asegura. Pero si las bodas se reducen a su mínima expresión, digo yo, ¿por qué alguien va a contratar a una wedding planner? "Pues para gestionar pocas cosas, pero importantes, en lugar de un montón de movidas que no tienen demasiado sentido", me responde. Qué valiente es Eme, pienso.

1. La figura de la wedding planner será más tecnológica ¡y más humana!
Dentro de 10 años, gran parte del trabajo logístico de una wedding planner estará automatizado. Dispondremos de asistentes virtuales e inteligencia artificial para gestionar la planificación, realidad aumentada para diseñar espacios, y plataformas que permitirán a las parejas tomar decisiones en tiempo real desde el sofá de su casa. Todo será más cómodo, más rápido, más eficiente. Pero también más impersonal.
El sentido común nos dice que deberíamos aprovechar la tecnología, sí, pero sin ceder en lo esencial: la capacidad humana de leer entre líneas, de comprender silencios, de percibir emociones, de contener nervios, de resolver desde la intuición. "Ten en cuenta que las parejas se quieren de una manera cada vez más superficial", me lanza Eme, y yo recojo la frase como una bofetada de realidad. "Humanizar las bodas es imprescindible, porque las parejas hoy en día no se casan casi nunca con esa idea del amor fruto del sacrificio, basado en el vínculo sólido y en la idea un poco romántica del proyecto compartido; se casan simplemente porque les apetece y desean que su boda sea, sobre todo, un espectáculo", concluye.

2. La experiencia será el producto estrella
En 2035 ya no bastará con que la boda sea bonita. Tendrá que ser única, vivencial, compartible. Es probable que asistamos a eventos en el metaverso, conectados desde países distintos, con traducción automática y experiencias multisensoriales activadas por dispositivos que igual ni se han inventado todavía. Las parejas buscarán experiencias inmersivas, narrativas envolventes, escenografías que cuenten su historia, sonidos diseñados para emocionar, comidas con storytelling. Y querrán que todo eso sea documentado, editado y compartido en tiempo real.
Sin embargo, no debemos olvidar que una boda es un ritual de comunidad. Más que un evento, las bodas son un encuentro. Así que, más que promotores de fiestas, los wedding planners del futuro deberán comenzar a verse como proveedores de emociones. Personas que entiendan la profundidad del rito, que pongan en valor la carga emotiva y simbólica de un evento lleno de significado. "Yo apuesto a que dentro de unos años la sencillez volverá a ser lo más", me confiesa Eme. "Y las parejas nos pedirán que haya emoción y que sus bodas no sean un derroche y una tendencia detrás de otra", me dice muy convencida. Tan convencida me lo dice, que yo me lo creo.

3. El organizador será también mediador, terapeuta, mentor
Con la creciente ansiedad de las nuevas generaciones causada por ese enfermizo "lo veo, lo quiero", por esa tendencia imparable hacia lo novedoso y lo espectacular, los wedding planners del futuro tendrán que lidiar con mucho más que cronogramas. Serán figuras de apoyo emocional que educarán, calmarán, orientarán y resolverán. En muchos casos, deberán reconducir a parejas abrumadas, facilitar acuerdos familiares y reconectar a todos ellos con lo esencial.
"Yo eso lo llevo haciendo ya unos años", me insiste Eme. "Hago muchas videollamadas con las parejas y les intento calmar de todas las maneras posibles; normalmente, nos vemos en persona la semana antes de la boda y ya en ese momento nos tenemos un montón de cariño", asegura. Dicho esto, igual podría ser una buena idea que un wedding planner tuviera formación específica en comunicación, psicología básica y gestión emocional. Porque queda claro que en 2035, además de diseñar bodas bonitas, tendrá que crear vínculos sanos.

4. Lo más valioso seguirá siendo invisible
Aunque el futuro nos regale hologramas, asistentes de IA y bodas en mundos virtuales, el verdadero valor de una boda seguirá siendo ese que no se puede programar: una lágrima inesperada, una canción que una generaciones, una mirada cómplice. ¡Las personas! Al parecer, eso no va a cambiar. Podríamos añadir que, en el futuro, cuando el cambio climático sea una realidad incuestionable, la conciencia medioambiental será un criterio ineludible en nuestras vidas. "De momento, muchas parejas eligen la boda que han soñado y les da un poco igual todo lo demás", me comenta Eme. "Tal vez tengamos que contar mejor las bodas entre todos y educar en esa idea del evento sencillo y sostenible, para que sea precisamente eso lo que las parejas quieran para ellos". Bien visto.
Eme se hace responsable de la historia de la pareja, de sacar lo esencial de cada uno de sus clientes y huye cuanto puede de la abrumadora batalla de las tendencias y las modas. "Yo me niego en rotundo a hacer cosas por hacer", asegura. Tal vez, la wedding planner del futuro deberá servir de parapeto frente a la frivolidad y trabajar en la organización de eventos que giren alrededor de la identidad de cada pareja, incluso cuando ni siquiera ellos sepan qué es eso que les une. La wedding planner del futuro diseñará momentos que puedan permanecer. Además de abrazar lo inmersivo y lo virtual, pondrá todas sus neuronas al servicio de lo simbólico, de lo emocional, de lo tangible y de lo íntimo. Porque cuando todo pase, lo que quedará no será el espectáculo ni los likes, sino los recuerdos compartidos. Los abrazos. Los brindis. Los bailes. Cierro los ojos. Cruzo los dedos. Que así sea.
Ojito. La figura del organizador de bodas en 2035 será más compleja que nunca. Tendrá herramientas potentes y retos inéditos. Pero su valor no estará solo en saber usarlas, sino en saber para qué. Quien entienda que las bodas son más que eventos, que son ritos de paso, pactos de amor, espacios de comunidad y memoria, quien entienda eso, seguirá siendo necesario. ¡A por el futuro!

@ohemebodas
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