Una diseñadora con alma de revolución: así es Johanna Calderón

por NATALIA.GARCÍA

Una diseñadora con alma de revolución: así es Johanna Calderón

Conocía su trabajo. Había visto sus diseños romper moldes desde hace años. Pero sentarme a hablar con Johanna Calderón fue descubrir mucho más que una diseñadora de moda: fue encontrar a una mujer que ha convertido su sensibilidad en bandera y su voz en altavoz para muchas otras.

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Su historia no empieza en un desfile, sino en su raíz más profunda: Andalucía. Johanna comienza en 2018 con una colección de flamenca que llevaba por nombre Lunares, un homenaje a su herencia sevillana por parte de madre. Pero esa era solo la chispa inicial. Porque lo que empezó como moda flamenca ha terminado transformándose en una firma que rompe esquemas y abraza la diversidad desde lo más profundo.

Curiosamente, Johanna no quería hacer novias. Le pedían vestidos y ella accedía, pero pedía que no dijeran su nombre. “Diles que es de una modista”, decía. Hasta que una clienta le soltó: "o me lo haces tú, o no me caso". Y esa frase lo cambió todo.

Durante años alternó flamenca, invitada y alguna novia especial. Pero todo dio un giro con la pandemia. Mientras todo se paraba, ella se reinventaba: creó junto a Lorena Durán una colección de baño 100% curvy, hecha bajo pedido, con patrón a patrón, sin excedentes. Una propuesta sostenible y personalizada que anticipaba la dirección que iba a tomar su marca: menos cantidad, más esencia.

Pero el verdadero punto de inflexión fue su desfile Fernando, dedicado a su abuelo. Fue su forma poética de decir adiós a la flamenca. En el salón real del Alfonso XIII, ocho figuras en tarimas rendían homenaje a su pasado. Música de amor y desamor sonaba de fondo. Y en el centro, Lorena Durán vestida de rojo daba paso al inicio de una nueva etapa. Las flamencas se apagaron. Y comenzó la fiesta.



Ahí decidí que Sevilla había sido un ciclo precioso, pero era hora de volver a Madrid”, me cuenta. Y qué regreso. En febrero de 2025, Johanna protagoniza el primer desfile 100% curvy de la historia de la Fashion Week de Madrid, en colaboración con MIA Management. Nada fue casual: cada prenda fue diseñada a medida, con un trabajo de casi un año, como si cada modelo fuera una novia.

El impacto fue tal que el desfile superó los 330 invitados y medios de todo el país (y del extranjero) buscaban un hueco donde grabar. El Four Seasons fue testigo de un momento histórico. “Nunca habían acreditado tantos medios para un desfile”, recuerda.

Y es que Johanna no solo cambió la estética, cambió el relato. Mostró a mujeres reales, empoderadas, con curvas, con transparencia, con fuerza. “No es que nadie lo esperara, es que nadie se lo imaginó”, dice entre risas.

Y aunque el gran salto internacional de Johanna llegó tras el desfile curvy en Madrid, la semilla de esa mirada global se plantó mucho antes, cuando vivió en Londres. Aquella etapa fue más que un cambio de ciudad: fue un cambio de perspectiva. “Yo creo que también vino un poco de ahí”, reconoce al hablar de cómo algunas novias internacionales llegaron hasta su marca. Esa experiencia, sumada a su paso por Argentina y otros viajes, le dio una sensibilidad especial para entender culturas distintas, cuerpos distintos y maneras distintas de celebrar. Por eso, cuando hoy crea para una novia de Abu Dhabi, de Sidney o de México, lo hace sin perder su sello, pero sabiendo hablar en su idioma emocional. Y eso, en moda, es saber ir un paso por delante.

Esa misma energía es la que la impulsa ahora hacia nuevos retos internacionales. Tiene ya en marcha proyectos en Nueva York y otras capitales, donde quiere seguir llevando su visión de la moda: una moda con identidad propia, pero también con conciencia.

Porque si hay algo que atraviesa toda la conversación con Johanna, es su compromiso. Con la sostenibilidad, con sus clientas, con el valor real de su trabajo. Nos cuenta cómo confeccionó el primer vestido de flamenca 100% sostenible certificado, hecho con redes de pesca recicladas, botones de papel prensado, cremalleras de plástico reciclado y tejidos procedentes del mar. Un vestido que no fue solo diseño, fue un manifiesto.

Y su visión no se queda ahí. Elige talleres de proximidad, se desplaza en vehículos eléctricos, mide la huella de carbono de cada desfile y planta árboles para compensarla. Reutiliza los retales sobrantes en ONGs. Contrata a mujeres mayores que el mercado ya no valora. “La sostenibilidad no es solo medioambiental, es también social”, afirma con firmeza.

Pero hay más. Hablamos del sector. De lo que nos une y lo que nos separa. Johanna lo dice claro: “nos falta más unión entre profesionales, más respeto entre compañeros y más valor propio”. Porque no se trata solo de vender, sino de explicar por qué ese vestido vale lo que vale, quién lo ha cosido, qué materiales lleva, qué historia hay detrás.

Ella misma lo vive con cada novia. Acompaña a todas desde la primera cita hasta la entrega final. Les da su móvil personal, las guía en la elección del velo, del zapato, del tocado. Se implica con los peluqueros, los floristas, el fotógrafo.

“Todo suma, y si todos estamos alineados, el resultado es infinitamente mejor.”

Y con esa idea cerramos la conversación. Con una convicción compartida: que el futuro de esta industria no solo pasa por lo visual, sino por lo invisible. Por el respeto, la profesionalización, la colaboración.

Johanna no solo diseña vestidos. Diseña un camino nuevo para la moda. Uno más humano, más real, más comprometido.

Y desde aquí, solo podemos decir: qué suerte tenerla cerca.

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